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Los últimos acontecimientos que han venido desarrollándose en Oriente han tenido la desafortunada consecuencia de disparar, una vez más, el precio de los carburantes que tanto necesitamos. El gobierno español nos propone la ahorrativa medida de reducir la velocidad máxima en las autopistas, de momento hasta junio, de 120 a 110, con el fin de paliar este gasto imprevisto y excesivo. Consumiremos menos, tendremos que comprar menos petróleo y -que bien - también contaminaremos menos.
El petróleo tardó millones de años en formarse y constituir las reservas que, en poco más de dos siglos, hemos estado consumiendo hasta su previsible, inevitable y total agotamiento. Su cantidad es, siempre ha sido, limitada. Si miramos su historia como una línea temporal, nos quedan algunos minutos antes de quedarnos sin esta fuente de energía que, como lo dice su nombre, no es renovable.
¿Qué gobierno, qué políticos, me dirán pues qué han pensado para cuando este momento llegue?
Reducir nuestro consumo de gasolina -¡hasta junio!- (quedando por demostrar la eficacia de la misma) es una medida que me lleva a pensar que nuestros gobernantes no ven, o no quieren ver mucho más allá de la punta de sus cortas narices...
Ojalá tuviéramos la nariz mucho, pero que mucho más larga...
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